sábado, 28 de diciembre de 2013

Merthiolate y a soplar

Tal vez sea cierto eso de que de la repetición no se escapa, pero repetir es -además- re intentar. Si se puede o no estar atentos a lo que difiere cada vez que hacemos eco, cada vez que nos consolamos en el plural ya es cosa vintage pero, como todo lo que reluce a de relucir solo a condición de haber cesado. No ama quien no extraña extrañar, así como no tiene apetito aquel que no hace vacío o, que mas da, 4 espacios para adentrarse en lo que ha de expulsar. A veces creo que lo de la herida del lenguaje es puro cuento. Ésta, mi herida, no consiste sino deshabitada. Es una herida rebelde: acusa transformación, cicatriza, transpira y pica, pica fuerte. Dicen por ahí que el escozor es sanidad y yo no sé como pude separar la ignorancia de la inocencia en ésta, mi espalda herida que (en su) sudor, late. Suelo ponerme pesada después del heladito y ya no siento apetito cuando debería al menos procurarme el placer de un anhelo cuatro veces ¿al día? Ese novio que fue mi primer novio no coincide con el primer novio que imaginé. Tal vez sangre todo lo permanezca por fuera, cada vez mas distante de lo soñado. Las personas que siento cerca labraron su forma y hoy convido (me dijeron por ahí) tal vez solamente para poder pedir, algo a cambio. ¿Tal vez solamente para poder? Y entonces ahí vamos con la cantareta de que si podemos, es por no haber podido, de que si insistimos, es porque resistimos a cada re intento y si repetimos -helado- no siempre volveremos a ser plural y entonces tal vez, ya no sintamos frío y ¡Eureka!advirtamos que aún repitiendo hay un resorte que hace la diferencia cuando solos en el colchón, procuramos encontrar los pies de aquellos que ya no regresan ¡Y lo que tienen las fiestas es eso de que siempre hay alguien que no regresa! Y dale con la entrada, el brindis y los platos fríos, el ananá ahuecado y los turrones de jijona q a la modorra le sientan tan bien. Y te juro que la última garrapiñada y a los cinco sale la mitad de la porción de un pan dulce que era de no sé quien que de tan distante me acorraló en su recuerdo y ya, el día se va repetido tras la noche, arrugada, color uva y la casa se puebla de ausencias repetidas que, tras cada giro hacen ¡al fin! la diferencia y entonces yo, en partes descubierta, asomo un pie curioso, obstinado, un pie que busca lo que reconoce que coincide con lo que no recuerda mientras el otro, mientras el otro permanece tapado y sereno como parte de un cuerpo de palabras que a penas siente lo que no entiende y repite dichoso,  lo que en la espalda desvela.

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